jueves, 3 de julio de 2008

microdictaduras y microdictadores.

con ínfulas de caudillos latinoamericanos, de dictadores bananeros, se pavonean por los pasillos de algunas universidades, dirigentes de varios pelambres. un atuendo aparentemente simple sirve de marco a esta pasarela sui generis en la que destacan por su oratoria los más avezados politólogos de cafetería. no hay que ser un experto en fauna universitaria, basta oírlos para reconocerlos.
un lenguaje rico en adjetivos; tres, quizá cuatro porcentajes de dudosa procedencia, fluidez en el lenguaje, poca o ninguna coherencia en su argumentación y casi sin falta ese discurso peyorativo que abunda en los lugares comunes para criticar algunos sectores de la sociedad con los mismos calificativos, son las características esenciales de estos personajes nefastos.
cualquiera empapado de los temas académicos en nuestro medio pensaría que nos referimos a una especie extinta. pues, por alguna desgracia del destino, no es así; estos ejemplares abundan, tal vez menos que en los años en que nuestros padres anhelaban posar con la barba de castro o la boina de guevara, pero sin duda estos fósiles andantes, persisten.
contra toda evidencia histórica se niegan a desaparecer; no obstante, hacen alarde de neologismos para asombrar incautos: un conversatorio, las microestructuras del poder, la deconstrucción de la ideología de turno, son imprescindibles en su jerga. esta mezcla bastante tropical de modelos económicos centenarios y vocablos esnob resulta algo divertida, aún con el sutil toque de la mochila; una apariencia sin duda ágil, para un contenido cavernario.
y no sólo cavernario, pétreo también, cuando criticando los abusos del poder de la fuerza, utilizan ellos mismos la fuerza, los abusos, para lanzar guijarros contra los edificios, los carros, los policías, los inmuebles de la universidad, los cajeros del capitalismo, las cafeterías de los pequeño-burgueses, el cielo y el infierno, lo habido y por haber.
uno de los recuerdos más pintorescos que tengo de estos siniestros personajes es su exposición pública en las plazoletas. en una ocasión, tal vez emulando a sócrates en el ágora, o más fácilmente a algún culebrero en un parque antioqueño, luego de una pedrea monumental, sin ninguna vergüenza, un individuo, ataviado con su mochila, y orgulloso de haber intentado incendiar un vehículo minutos antes, declamaba ante un corrillo medianamente numeroso. como un predicador de parque incitaba a los creyentes a aplaudir contra el régimen, contra el imperio.-bien podría haber hablado a favor del sexo masculino que tienen los ángeles o la virginidad de la madre de cristo- y en un arrebato sólo digno de un consejo comunal, mostró a su auditorio (no mayor de setenta personas) la necesidad de suspender las actividades de la universidad. por votación se decidió lo dicho y además programar un foro de discusión para ventilar los problemas del país. una decisión indudablemente legítima y representativa.
viendo esta escena, recordé lo que tanto se ha dicho sobre la similitud que todos guardamos en nuestras emociones básicas. posiblemente este revolucionario de los tiempos modernos, cuando era aclamado por sus copartidarios mientras lanzaba cócteles molotov tuvo la misma sensación de placer que alejandro cuando entraba a alguna ciudad conquistada, o cuando nuestro mesías de turno ingresa a un auditorio atestado de sus correligionarios; esas mieles del poder también pueden saborearse en nuestras microdictaduras, precisamente por nuestros microdictadores.

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