sábado, 26 de enero de 2008

una pendejada. ¿qué es el almuerzo?

¿y para qué continuar? todos los días este rito incoherente de levantarse, caminar, esperar la comida. Carlos no puede soportar las dudas que le atormentan. Su padre no está dispuesto a mantenerlo por más tiempo. Le habría salido mejor estudiar negocios o administración que filosofía. En una ciudad como ésta, en un país sin filósofos, en un continente sin pensadores. ¿Y yo estudié filosofía? Se pregunta todos los días mientras espera el desayuno. Los compañeros del colegio, comienzan a ejercer sus profesiones, arquitectos, gerentes de las empresas de sus padres, algún ingeniero civil, y no falta el profesor. Cuando se encuentra con sus amigos, siempre le parece ver en ellos esa actitud que esquiva la sinceridad para mostrar una compasión de la que ya está cansado. Que mis papás estén aburridos por mantenerme vaya y venga, pero que mis compañeros sientan compasión! No faltaba más. El empleo que estaba esperando en la compañía de su tío como asesor en el manejo de personal, no resultó. Y, de cualquier forma, no parecía tan satisfactorio. Uno metido en un mundo en el que nadie piensa, en el que todos esperan la telenovela de las ocho para relajarse. Ése es el esparcimiento del subdesarrollo. Qué opio tan verraco, novelas y realities. No es posible que un país se desarrolle si no le da espacio a sus intelectuales. La gente culta, la clase media, lo mira a uno como si fuera un bicho raro, por Dios, qué vamos a esperar de un país donde los letrados quieren que toda la gente estudie carreras pragmáticas, técnicas. Su padre, finalmente, le ha dejado una nota sobre el piano vertical de la sala. Carlos -que ya venía esperando algo extraordinario en esa rutina de levantarse, bañarse, comer, volver al cuarto, leer, salir a leer y volver a leer en la noche- toma la carta con alguna prevención y después de leerla sale furioso. No tuvo siquiera el valor para decírmelo en la cara. Da un portazo, la señora del servicio le pregunta si no va a comer, pero él no la escucha. Ella vuelve a la cocina, voltea la pechuga de pollo guisada en la cacerola, el humo sube lento y el olor llena toda la casa.

No hay comentarios: